
Por: Raymundo Acosta Ferráez
Como humanos, somos inherentemente emocionales. No hay forma de desactivarlas. Aunque nos resulte incómodo compartir nuestras emociones en el trabajo, Liz Fosslien y Mollie West Duffy, autoras del bestseller del Wall Street Journal No Hard Feelings, sostienen que aceptar nuestras emociones nos hace mejores en nuestro trabajo. Por eso, en lugar de intentar reprimir las emociones en el trabajo, las autoras afirman que hay que saber expresarlas de forma que sean beneficiosas para nosotros mismos y para los demás.
“Todo lo bueno empieza cuando reconocemos lo que sentimos. Y eso empieza por dejarse sentir e identificar la emoción”.
dice Liz.
En una conversación de su podcast Creative Confidence hace un mes, Liz y Mollie comparten su perspectiva sobre el papel de las emociones en el trabajo, esbozan un marco para tomar mejores decisiones aprovechando nuestras emociones y explican cómo pasar de la inteligencia emocional a la agilidad emocional.
Las emociones en su contexto: Son diferentes para cada persona
Al escribir su libro, Liz y Mollie se propusieron abarcar una amplia gama de experiencias e identidades, pero reconocen que su trabajo no es del todo inclusivo porque cada persona aporta un contexto y una experiencia vivida diferentes a su propio trabajo, incluyendo la identidad de género, las normas culturales, etc. Como mujeres blancas situadas en un lugar de privilegio, Liz y Mollie reconocen que tienen una experiencia vivida específica en relación con sus identidades, como todos nosotros. Comparten su propia perspectiva, y también hablaron intencionadamente con personas de diferentes razas, edades y géneros al hacer la investigación, con el fin de dirigir a la gente a recursos más profundos y amplificar las voces de aquellos que tienen diversos orígenes.
Una de las conclusiones a las que llegaron es que la investigación sobre las emociones en el trabajo se basa en gran medida en los roles binarios de género masculino y femenino, que no representan a muchas personas. Animan a aplicar esta información a cualquier rol de género con el que te identifiques.
También reconocen que existen grandes diferencias culturales en todo el mundo. Recomiendan el libro The Culture Map (El mapa cultural), de Erin Meyer, para ver cómo se sitúan las diferentes culturas y países en el espectro de la comunicación en ocho escalas, incluyendo lo emocionalmente expresivos o inexpresivos que son y hasta qué punto una cultura evita o se siente cómoda con la confrontación.
Entender las diferencias de estilo de comunicación entre culturas puede ayudarnos a ser más conscientes de nosotros mismos y a tener más en cuenta el contexto del que proceden los demás. La fricción suele ser producto de no reconocer y respetar estas diferencias. Una forma de hacerlo es establecer expectativas sobre el propio estilo de trabajo personal. Por ejemplo, “Tengo un estilo de comunicación directo. Quería nombrarlo por adelantado. No es algo personal para ti” o “tiendo a apreciar el tiempo para procesar las conversaciones, y puede haber casos en los que prefiera volver a tratar un tema”.
Vulnerabilidad selectiva
La forma en que expresamos las emociones puede considerarse como un espectro de menos a más emotivo. Es importante tener en cuenta que no existe un nivel correcto o normal de expresión emocional: es diferente para cada persona y también puede estar influenciado por la cultura, el sector y el entorno de trabajo de cada uno. Liz y Mollie señalan que compartir algunas emociones nos ayuda a conectar y genera confianza, especialmente en el caso de los líderes, pero compartir demasiadas emociones en un momento y lugar inadecuados puede socavar la credibilidad de un líder.
Liz y Mollie animan a utilizar la vulnerabilidad selectiva para encontrar un buen equilibrio en la cantidad de emociones que se comparten en el trabajo. La vulnerabilidad selectiva significa hacer una pausa para decidir qué emociones compartir que sean útiles para los que te rodean. Una buena pregunta para hacerse es: “¿Cómo me sentiría si la persona con la que estoy hablando compartiera esto conmigo ahora mismo?”.
Tomar mejores decisiones aprovechando las emociones
“Una de las cosas más negativas que nos enseñan es que tienes la emoción por un lado y la racionalidad y la razón por otro”, dice Liz. En realidad, las emociones pueden ser muy racionales. El miedo a una serpiente, por ejemplo, ayuda a protegerse de una mordedura venenosa. Así que, aunque parezca beneficioso apartar las emociones del proceso de toma de decisiones, éstas aportan mucho valor.
“Si no reconocemos lo que sentimos, es mucho más probable que la emoción meta sus tentáculos en nuestra decisión sin que seamos conscientes de ello”, dice Liz. “Y entonces eso puede sesgarnos”.

Entonces, ¿cuál es el enfoque correcto? Liz y Mollie crearon una lista de comprobación para ayudarte a separar las emociones relevantes de las extrañas a la hora de tomar decisiones difíciles. Puedes encontrar más detalles sobre esta lista en su libro No Hard Feelings.
Lista de control: Gestiona tu mente para la toma de decisiones
- Escribe tus opciones – ¿Cuáles son las posibles decisiones que podrías tomar? Por ejemplo, si estás tratando de decidir si debes aceptar una oferta de trabajo, tus opciones podrían ser aceptar el nuevo trabajo, permanecer en el anterior o renunciar mientras sigues buscando.
- Enumera todo lo que sientes: emoción, frustración, dudas, etc.
- Identifica las emociones irrelevantes: puede que te sientas cansado porque aún no te has tomado el café de la mañana. Así que el cansancio es una emoción que no es relevante para tu decisión laboral.
- Vincule el resto de las emociones relevantes con opciones específicas: si se siente ansioso, ¿está relacionado con aceptar el nuevo trabajo o con permanecer en su puesto actual?
- Pregunte qué, no por qué – A menudo la gente se pregunta por qué se siente de una manera determinada. Pero la pregunta más fácil es qué: estoy emocionado. ¿Qué es lo que me entusiasma?
- Tome una decisión – Ahora que ha identificado las emociones relevantes y las ha utilizado para informar de su elección, tome una decisión.
Este proceso funciona porque, en lugar de reprimir las emociones, te das cuenta de qué emociones son útiles en cualquier situación y aprovechas lo que te dicen. “Es entonces cuando puedes tomar la decisión más racional y razonable”, dice Liz. “Porque está siendo informada por las emociones más relevantes”
Agilidad emocional: Subir de nivel a partir de la inteligencia emocional
La inteligencia emocional ha recibido mucha atención, y con razón. yo la puedo definir como la capacidad de entender lo que se siente y lo que sienten los demás. En el trabajo, te ayuda a relacionarte con los demás y a dirigir con compasión. Además, la fluidez emocional es la capacidad no sólo de entender lo que se siente, sino de utilizar un lenguaje específico para comunicar bien ese sentimiento.
En el libro nos dicen que estas habilidades son fundamentales para tener éxito en el trabajo, y el siguiente paso es la agilidad emocional: no sólo entender las emociones y tener el lenguaje para describirlas, sino saber cuándo y cómo comunicarlas. Mollie dice que hay que pensarlo de esta manera: “Necesito entender cómo me siento, pero también a quién decirle cómo me siento”. Prueba este ejercicio para desarrollar tu agilidad emocional.

Actividad de agilidad emocional
Date cuenta de tu emoción – Esto parece obvio, pero a menudo apartamos los sentimientos en el trabajo, sólo para que la emoción vuelva a surgir más tarde. Notarlas en el momento te permite hacer algo al respecto.
Etiqueta la emoción: especifica cómo te sientes. Si estás ansioso, tal vez se trate de ansiedad ante un plazo inminente porque sabes que no rindes bien bajo presión. Ser más específico da a los compañeros más información para reaccionar.
Comprende la necesidad y exprésala: los colegas suelen escuchar mejor las emociones si las enmarcas como una necesidad, como la necesidad de hacer un buen trabajo en una presentación para conseguir financiación para el proyecto de tu equipo. Esto puede ser especialmente útil en culturas en las que expresar las emociones no se considera apropiado.
Si te quedas con un consejo de Liz y Mollie, que sea éste: siente curiosidad por tus emociones en el trabajo. Tanto si te sientes cómodo compartiéndolas como si no, empieza a preguntarte por qué te surgen ciertos sentimientos.
“Suprimir nuestras emociones no es saludable. Eso crea más ansiedad y estrés en nuestra vida laboral”, dice Mollie. En lugar de alejar esos sentimientos, ¿cómo podrías aprovecharlos para empoderarte y liberar todo tu potencial?
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